lunes, 17 de enero de 2011

Yo Soy el Alma

Yo Soy el Alma

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Angel de Luz - Alma Diamante

Yo Soy el Alma

Desde pequeños tenemos un ligero conocimiento de que tenemos un alma, o de que somos un alma, o algo parecido, ya que creo que no lo tenemos lo suficientemente claro, y no lo tenemos muy claro porque no parece que nos lo expliquen muy bien.

En el catecismo de la Iglesia Católica, iglesia mayoritaria de los catalanes y los españoles, dice refiriéndose al alma: “A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana, o toda la persona humana. Pero también, lo que hay de más íntimo en el hombre y de más valor en él, aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: “alma” significa principio espiritual del hombre”.

Y sigue diciendo: “La unidad del alma y el cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la “forma” del cuerpo, es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza”.

Y aun dice más: “La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios, no es “producida” por los padres, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final”.

Y sigue: “La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de “lo más profundo del ser”, donde la persona se decide o no por Dios”.

Parece normal que no lo tengamos muy claro leyendo estas enseñanzas. No aclara muy bien si el alma es la persona, si es la vida o es la imagen de Dios. Si aclara que no la producen los padres, y que es inmortal, y que se unirá al cuerpo, cuando este resucite, aunque tampoco tenemos muy claro cómo será esa resurrección, ni que hará el alma desde que se separa del cuerpo hasta que se vuelva a unir a él.

Pero no solamente es de difícil explicación para la Iglesia Católica, sino que para casi todo el mundo, ya que la mente humana no está lo suficientemente desarrollada para entender conceptos como divinidad, Dios, alma, eternidad, etc.

Lo único que sabemos; algunos, muy pocos, por experiencia propia, y otros por las enseñanzas de libros, maestros y gurús, es que hay otra manera de vivir distinta a la que nos enseñan, en la que se puede conseguir una paz, una felicidad y una alegría que no disfrutan casi ninguno de nuestros contemporáneos, y que no han conseguido casi ninguno de nuestros antepasados, y que parece ser que ello es debido a la unión con el alma.

Pero si ya somos el alma, ¿cómo podemos unirnos a algo que ya somos? Seguramente, aquí está el quid de la cuestión, en saber que es el alma, en saber cuál es su ubicación en nosotros, en saber porque no la sentimos, en saber que hay que hacer para identificarse con ella, y seguramente en saber mil cosas más que se le pueden ocurrir a cualquier persona que se pare un momento a meditar en este tema.

¿Qué es el alma?: En algún momento de la Creación se originan las Mónadas o unidades de conciencia. Las Mónadas son como chispas de Fuego Supremo, como fragmentos divinos, como fragmentos de vida divina separada como entidad individual.

Las Mónadas, en el momento de la Creación son omniscientes, (capacidad de saberlo todo), y omnipresentes, (capacidad de estar en todas partes simultáneamente), pero únicamente lo son en el plano en el que fueron creadas, ya que en todos los demás planos son inconscientes e insensibles, incluido el plano físico, por lo que no son capaces de responder a todas las vibraciones divinas del universo.

Para poder ser sensibles en todos los planos, en todos omniscientes, en todos omnipresentes, las Mónadas han de manifestarse en esos planos, de ahí que todo el proceso de la evolución del “Yo” individual es una actividad escogida por las Mónadas mismas. Estamos en los mundos de la materia, porque hemos querido vivir.

Este impulso divino, buscando siempre la más amplia manifestación de vida, es perceptible en toda la naturaleza y se le denomina la voluntad de vivir. Aparece en la semilla al asomar su brote hacia la luz y en el capullo rompiendo su prisión y expandiéndose a la claridad del sol.

Las Mónadas comienzan su descenso a la materia, irradiando sus rayos de vida, ya que las Mónadas siempre permanecen en el plano donde fueron creadas, “en el seno del Padre”, siendo sus rayos de vida los que llegan al océano de la materia, apropiándose allí de los materiales necesarios para su evolución en los planos inferiores.

A ese conjunto se le llama Triada Superior, Alma Superior, Yo Superior y Hombre Celestial, entre otras; y es de naturaleza idéntica a la de la Mónada aunque con una fuerza menor por los velos de materia que la envuelven. Este Alma Superior reside en un plano que es conocido como el plano causal, y no se mueve de ahí mientras duran todas las encarnaciones del ser. Y es desde aquí que el Alma Superior lanza también sus rayos de vida hasta la materia para formar lo que se denomina alma encarnada.

En el séptimo mes, el alma encarnada se localiza en el feto, y su localización está en el duodécimo chakra, es decir, treinta centímetros por encima de la cabeza.

El duodécimo chakra parece una estrella dorada. Se le llama, en algunas tradiciones, “Estrella del alma”. Cuando una persona madura espiritualmente, la estrella dorada evoluciona a una perla dorada, a una bola dorada, a un brote dorado o a una llama dorada. En la terminología cristiana, esto es lo que se llama el “Fuego de Pentecostés”. Si el practicante aún evoluciona más, el brote dorado literalmente florece y se abre hacia arriba como una pequeña flor de loto dorada.

Desde el duodécimo chakra, el alma encarnada, irradia hacia fuera, formando “el aura del alma”, o “energía del alma”.

Así como el cuerpo etérico penetra el cuerpo físico, y está dentro y fuera del cuerpo físico, así mismo, la esencia del alma penetra el cuerpo físico, yendo más allá de este. Por eso, el cuerpo físico está realmente dentro del alma y no el alma dentro del cuerpo físico.

Los cuerpos físico, energético, astral y mental inferior se hallan todos dentro del alma encarnada. Por lo tanto, podemos definir a la persona como un alma con un cuerpo físico y otros cuerpos sutiles.

Resumiendo: La Chispa Divina, que es Creación de Dios proyecta una porción de sí misma y se manifiesta en el plano causal, como el Alma Superior. El Alma Superior extiende y proyecta una porción de sí misma manifestándose como el alma encarnada.

¿Por qué no somos conscientes de esto?: Porque nuestra mente es muy poderosa y está entrenada para las cuestiones materiales, pero no para las espirituales, entender espiritual como las cosas del alma, no de la iglesia. Si cuando somos pequeños en vez de enseñarnos que hemos de estudiar para ser ingenieros y tener mucho dinero, nos enseñaran a amar para unirnos a Dios, toda nuestra vida sería completamente distinta, porque distintas serian nuestras creencias, nuestras convicciones y nuestra manera de pensar y actuar.

Al no ser conscientes de nuestra divinidad, no tenemos contacto con nuestra alma, por lo que el duodécimo chakra, el chakra del alma está completamente cerrado, y no lo va a abrir ningún chaman, sólo se va a abrir cuando tomes contacto con él, será entonces cuando comience el auténtico y verdadero trabajo para el que has decidido venir a la materia. No estás aquí para ser ingeniero, no estás aquí para tener una suculenta cuenta corriente, no estás aquí para casarte y tener hijos, no. Estás aquí para unirte a tu alma, estás aqui para unirte a Dios, nada más.

Nada puede apartar de Dios al espíritu humano. Por lo tanto, tu primer trabajo es conocerte a ti mism@, y convertirte en un ser espiritual, que es lo que eres. Un ser espiritual es aquel que estando en el mundo, entiende que hay una razón de su estancia aquí, que esa razón es la unión con Dios y que para esa unión necesita vivir desde su alma.

Para vivir desde tu alma y hacer que florezca y se convierta en una llama dorada, has de llevar una vida de virtud, haciendo servicio, teniendo apropiadas relaciones con otras personas y con la Naturaleza y mediante la práctica regular de la meditación, de la oración y el silencio.

Créeme, merece la pena intentarlo.

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